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El renacer de una granja inglesa del siglo XVII

POR REDACCIÓN

En el corazón ondulado de los Cotswolds, donde la piedra miel se funde con el verde de los prados, una antigua granja del siglo XVII ha recuperado su esplendor. No fue un proceso simple: este renacimiento se debe a la mirada sensible de Nicola Harding, reconocida interiorista con estudio en Londres, quien decidió convertir esta propiedad en el refugio íntimo de su familia.

Desde el principio, el proyecto fue más que una restauración. Por el contrario, se trató de una declaración de principios: respetar la memoria del lugar y, al mismo tiempo, insuflarle una nueva energía. Así, lo que pudo haberse quedado en ruina se transformó en un hogar vibrante y lleno de carácter.

Arquitectura: diálogo entre pasado y presente

Al observar la estructura original, era evidente que los espacios resultaban fragmentados y poco funcionales. No obstante, Harding optó por reorganizar la planta baja, unificando cocina, comedor y sala de estar en un solo ambiente amplio y luminoso. Como complemento, añadió una ampliación inspirada en el clasicismo de Lutyens, con lo que consiguió enlazar tradición y modernidad de forma armoniosa.

De esta manera, la casa ya no parece una reconstrucción reciente, sino un conjunto que ha evolucionado con el tiempo, manteniendo un equilibrio natural entre historia y contemporaneidad.

El arte de lo imperfecto

Más allá de la arquitectura, lo que distingue este proyecto es la manera en que Harding aborda los detalles. En lugar de ocultar las huellas del paso del tiempo, decidió resaltarlas. Así, las vigas de madera se restauraron mostrando sus cicatrices, mientras que los suelos combinan piedra desgastada y madera antigua.

Gracias a ello, cada rincón transmite autenticidad. Asimismo, el mobiliario —compuesto por piezas heredadas, hallazgos de mercadillo y creaciones artesanales— refuerza la idea de que la casa no fue decorada de una sola vez, sino que creció con paciencia, como si hubiera acompañado varias generaciones.

Una paleta con personalidad

En lo que respecta a los colores, Harding construyó una narrativa visual que acompaña a la arquitectura. Por ejemplo, en la cocina, los tonos suaves de verde salvia generan frescura, mientras que en la biblioteca, un profundo berenjena invita al recogimiento. A su vez, en el salón principal predominan texturas cálidas como lino, terciopelo y lana, en tonos tierra.

De este modo, la paleta cromática no es arbitraria; al contrario, guía la experiencia sensorial de cada estancia, adaptándose a las emociones que allí se desean vivir.

Sostenibilidad con elegancia

Por otra parte, la sostenibilidad fue una premisa fundamental. Muchos materiales se recuperaron de proyectos anteriores o de la propia estructura original: azulejos de cerámica reutilizados, maderas restauradas y textiles reaprovechados.

Así, la intervención demuestra que el lujo puede ser responsable y consciente. En lugar de asociarse al exceso, se redefine como respeto por la historia y apuesta por la durabilidad.

Un lujo que se siente, no que se muestra

Finalmente, lo que más sorprende al recorrer esta casa es la discreción de su lujo. No hay ostentación evidente; al contrario, la sensación de exclusividad se percibe en lo sensorial: en el roce de una alfombra tejida a mano, en el peso de una puerta centenaria o en la luz dorada que atraviesa los muros de piedra.

De este modo, Harding confirma su filosofía: el mayor cumplido no es que alguien admire el diseño, sino que simplemente sienta que la casa lo abraza.

Un nuevo capítulo para las casas de campo inglesas

En conclusión, esta transformación trasciende lo personal. Más allá de ser el hogar de Nicola Harding, se convierte en un símbolo del futuro de las casas de campo inglesas: espacios vibrantes, llenos de color y modernidad, que no renuncian a sus raíces históricas.

Así, lo que alguna vez fue una granja olvidada se ha convertido en un ejemplo de cómo tradición y contemporaneidad pueden convivir en perfecta armonía.

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