Un contexto de modernidad en los años treinta
Para comprender la relevancia de Le Paquebot, es necesario situarnos en la Europa de entreguerras. En aquellos años, la fascinación por la máquina, la velocidad y los viajes transoceánicos marcaba el espíritu del tiempo. En este marco, el arquitecto belga Louis-Herman de Koninck decidió llevar esas ideas a la arquitectura doméstica. Así nació, en 1936, una villa con apariencia de barco anclado entre dunas y campos de golf en Knokke-Heist.
Una ruptura con la tradición local
Por un lado, la zona estaba dominada por cabañas pintorescas con techos inclinados; por otro, De Koninck proponía líneas puras, tejados planos y ventanales horizontales. En consecuencia, su proyecto fue recibido con sorpresa: parecía que un transatlántico blanco hubiera quedado varado en la costa belga. El nombre “Paquebot” no era casual: evocaba los buques de lujo que simbolizaban progreso y cosmopolitismo.
El lenguaje racionalista de De Koninck
A diferencia de otros arquitectos más decorativos, De Koninck defendía una arquitectura funcional, estándar y racional. En ese sentido, la villa no solo representaba modernidad estética, sino también un experimento de vivienda eficiente y modular. Además, incorporó interiores coherentes con su ideario: mobiliario sencillo, espacios diáfanos y una distribución que priorizaba la luz natural.

Del olvido a la restauración
Con el paso de las décadas, la villa perdió protagonismo y quedó en mal estado. Fue entonces cuando apareció Hubert Bonnet, empresario y coleccionista, que decidió devolverle su esplendor original. Gracias a una restauración minuciosa, Le Paquebot recobró su carácter modernista y, al mismo tiempo, se transformó en algo más que una casa: en un espacio cultural y artístico.
Una casa convertida en museo vivo
Hoy, Le Paquebot forma parte de la colección “Les Maisons CAB”, que combina arquitectura histórica con arte contemporáneo. Así, sus espacios albergan obras minimalistas de artistas como Sol LeWitt o Marthe Wéry, mobiliario de Alvar Aalto y proyecciones de textos de Jenny Holzer. Además, el jardín minimalista incorpora una escultura de Richard Long y dialoga con la piscina y un pino centenario que refuerza la continuidad histórica.
Un ícono modernista belga
En definitiva, Le Paquebot es mucho más que una villa modernista. Es un manifiesto arquitectónico que unió diseño naval y racionalismo belga; es también una metáfora del viaje y del progreso; y, gracias a su recuperación, se ha consolidado como un espacio vivo que conecta pasado y presente. De esta manera, la obra de De Koninck sigue vigente y demuestra que la arquitectura puede ser, al mismo tiempo, funcional, poética y atemporal.