Nos afanamos en la vida por conseguir logros profesionales, superar objetivos empresariales, batir a la competencia a toda costa, en definitiva, nuestra vida muchas veces se resume en perseguir cosas y metas materiales.
Esto es algo no sólo lícito sino bueno y recomendable para generar progreso, calidad de vida, “felicidad”, pero sólo si es un medio y no un fin en sí mismo.
Hace tiempo un amigo y socio en una comida, después de una experiencia personal profundo, me reconocía que había dedicado al trabajo un porcentaje muy alto de su tiempo, siendo muy consciente de que ese tiempo resta el que dedicas a los “tuyos”.
La suma de los dos factores siempre da 100, no puede dar más, como el día tienes 24 horas. Siempre nos consolamos con le frase de “tiempo de calidad”, pero eso todos sabemos que no es verdad.
Ahora que volvemos de las vacaciones, nos damos cuenta de que la vida tiene que ser un equilibrio un juego de contrapesos. No podemos descuidar nuestra vida personal, a los nuestros, ni tampoco no atender nuestras obligaciones laborales y empresariales.
Lo que ahora todos llamamos conciliación es lo que nuestras madres han estado haciendo toda su vida. Su caso es el único en el que el día tiene 26 horas y pueden dedicar un 120% de su tiempo a los demás.
Este es el ejemplo que voy a intentar aplicar en mi día a día, por supuesto no voy a lograrlo ni por asomo, pero la motivación, el recuerdo, y la vitalidad son acicates suficientes para tratar de imitar algo que se asemeja bastante al Cielo en la Tierra.
Borja Nocito Muñoz
Editor Corporate